| Diseño y Artesanía; Realidades Ocultas |



Hablar del diseño y la artesanía hoy en día, es hablar de una confusión de conceptos y una visión errónea de la importancia que se le da a una más que a la otra. Dentro de uno de los muchos artículos que escribe Rómulo Polo en la revista Proyecto Diseño, se muestra claramente la percepción y la ausencia de fundamentos sobre lo que es y lo que realmente implica la innovación en campos como el diseño y la artesanía.


La sociedad pretende convertir a los artesanos en diseñadores, lo que implica derrumbar los principios de cada una de las actividades. Rómulo Polo en su artículo “El trompo del diseño en la uña artesanal” nos precisa cuan errónea es la percepción de dicha sociedad sobre el diseño y la artesanía. En primer lugar, se entiende a los artesanos como poco innovadores -cosa que no es válida- puesto que cada profesional en su campo tiene que ser innovador para progresar y sobrevivir en la sociedad de consumo. Así mismo, no se puede hacer una comparación teniendo en cuenta que cada disciplina es innovadora en su propio contexto y estilo. En la artesanía, innovar no es modernizar, y eso es lo que pretende ahora la sociedad, modernizar la artesanía.


En cambio, lo que diferencia de la artesanía al diseño es que este último si pretende innovar. Rómulo Polo en su artículo “Diseño <>, riesgo y falacia lo que hace es plantear claramente las diferencias entre el diseño y la artesanía, para así poder entender que cada una tiene su propia tradición y función en la sociedad, por lo tanto no se puede otorgar ningún grado de importancia más alto a una actividad que a la otra. Crear es lo que hace el diseño, la artesanía por otro lado realiza y produce. Podrá ser muy básica esta definición, pero es ésta la clave para entender la diferencia entre las dos, porque la artesanía solo produce, no crea, pero en cambio, el diseño si tiene en cuenta un proceso mental, investigativo, fundamentado en hechos para producir algo nuevo.


La idea de titular como diseñadores a los artesanos resulta siendo un poco incoherente, puesto que la artesanía, como toda disciplina tiene una tradición, un origen, un determinado proceso en la realidad social, y así mismo un progreso. No se puede concluir entonces que cualquier persona que haga un trabajo con sus manos –trabajo que no requiera la utilización de métodos ni medios industriales- sea un artesano y pueda ejercer como tal. He ahí el problema, la sociedad no comprende que los métodos de producción en relación al trabajo distinguen a la artesanía con el diseño. Es la misma sociedad la que se ha encargado de desmeritar el trabajo de los artesanos al darle menor importancia a su trabajo, incluso hasta abusar de ellos, robando sus ideas, mérito y esfuerzo por hacer bien su trabajo. “El diseño es algo más serio, y la artesanía algo más respetable, por favor”[1]


El mito de la caverna de Platón puede explicar esa situación, relacionando a los prisioneros con los mismos artesanos de hoy en día, la sociedad está pretendiendo ofrecerles un conocimiento por medio de las apariencias (las sombras), en las cuales no están aprovechando lo que está pasando en la realidad (afuera de la caverna), por lo tanto sus ideas se están convirtiendo en otras prisioneras más de la caverna, y no han podido liberarlas y exteriorizarlas al mundo real.


La Caverna de José Saramago podría ser entonces la referencia para entender esas situaciones que surgen entorno al consumo, a la producción, a las políticas de trabajo, pues son en estas dónde se generan nuevas relaciones sociales y nuevas formas de percibir el mundo, las personas, y todo lo que rodea a la sociedad. Son éstas precisamente las que permiten el cambio de un estado esclavo de vida, para salir de la caverna y darse cuenta que realmente existen otros modos de exteriorizar los conocimientos y las ideas, que existe otro modo de vida –que no es precisamente impuesto por la sociedad-, pero para entenderlo, hay que verlo, hay que salir de la caverna.


[1] Polo, R. El trompo del diseño en la uña artesanal. Proyecto Diseño, Divergente/Convergente, edición # 36, 49-50.

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